sábado, 25 de mayo de 2013

Sí, pero... No

Casi todos los adolescentes pasamos por el mismo fenómeno. Ese fenómeno de no saber realmente qué queremos, o que cuando tenemos lo que queremos no estamos conformes, queremos otra cosa, no lo valoramos o nos sentamos a pensar en lo que nos falta en lugar de hacer uso de lo que tenemos. 
Pasamos por un sin fin de pensamientos, desde buenos a malos en cuestión de minutos. Quizás nos espera un fin de semana lleno de planes, pero por alguna extraña razón, cancelamos algunos. Y después... sí, después estamos en casa, viendo televisión, comiendo chocolate y nos ponemos a pensar qué podemos hacer para no aburrirnos, cuando anteriormente teníamos una invitación para salir a bailar, o para ver películas con algún amigo, que cancelamos por ese 'tengo ganas de estar en casa' que después nos pesa un poco, o más comunmente, se convierte en sentimiento contrario. 
Tratamos de hacer algo productivo... y nada nos parece lo suficientemente divertido. También sucede que nos ponemos susceptibles: todo nos molesta más de lo normal, respondemos o nos enojamos con el resto, por simplemente problemas que tenemos nosotros mismos. Y no sabemos para dónde disparar. 
Empezamos a pensar qué hubiese pasado si hacía tal y tal cosa, o si me juntaba con aquella persona, o si iba a aquel lugar que me habían dicho de ir.
Pero después caemos en la cuenta de lo tarde que es, y que de nuevo tenemos ganas de estar en casa o de que somos un poco paranoicos por pensar tanto que decidimos no pensar más. 
Encendemos la televisión por segunda vez. Nada nos atrae. 
Pensamos en prender la computadora. Pero es 'un viaje' ir a prenderla y quedarse sentado ahí frente a la máquina.
Esta vez vamos a la cocina. Abrimos la heladera y nos quedamos pensando qué podemos comer... Vemos... nada de eso que estamos viendo es lo que realmente nos gustaría en ese momento comer, nos reprochamos porqué no compramos caramelos camino a casa, o porqué no hicimos un postre rico. En fin, en la heladera sólo hay de eso que no nos atrae tanto: mermeladas, queso, fiambres, dulce de leche, algún jugo. Pero como estamos con tiempo libre, utilizamos al máximo nuestra imaginación y algo inventamos para que nuestras ganas de comer algo rico estén bajadas un poquito más a la realidad.
Vamos de nuevo a la habitación, sin nada que hacer. O si, tenemos bastante para estudiar. Pero no hay ganas. Optamos por la primera opción, que luego pasó a ser segunda, tercera o cuarta...
Nos acostamos en la cama, calentitos, comiendo ese 'algo rico' preparado por nosotros, vemos la misma televisión que hace minutos no pasaba nada bueno. Hasta que agarramos el control, apagamos la TV y nos damos cuenta, que para esos momentos, esos que no sabés lo que querés porque de cualquier forma nada te va a venir del todo bien, decidimos ir a dormir. Ir a dormir temprano o tarde, lo único bueno, es que en esta todos pensamos lo mismo: no hay nada más lindo que dormir.